Muy a las seis, al día siguiente, con una temperatura de cuatro grados bajo cero emprendimos marcha el señor Lampl y yo. A las dos horas nos encontramos al pie de la nieve en el costado noroeste del cerro. La ruta, sobre las enormes piedras de las morrenas, regadas caóticamente sobre todo el terreno, era muy penosa; muy de vez en cuando, un frailejón asomaba la cabeza entre los pedrancones.
A las nueve y media llegamos al pie del hielo. No pusimos crampones en las suelas de las botas y nos atamos por medio de una cuerda sólida. Empuñando los picos, nos dimos a la tarea de escalar los peñascos; el sol calentaba un tanto y el viento había calmado.
A las doce salimos de la pendiente más fuerte, a los 5.200 metros. Nos detuvimos por un cuarto de hora para comer un poco y deshacernos de los morrales. Seguimos por un plano de menos pronunciada inclinación, dejando el famoso bloque del Púlpito a mano izquierda, y no tardamos en llegar a la última pendiente, esa sí bien parada, que se interponía entre nosotros y nuestra meta.
Tuvimos que hacer peldaños en el hielo con los picos para poder escalar la rampa de más de 60 grados. A las dos y cuarto exactas vimos coronados nuestros esfuerzos al paramos sobre la misma cúspide del cerro (5.420 metros).
El ascenso tomó aproximadamente 8 horas. La aproximación se hizo por las morrenas bordeando la Laguna Grande hasta el flanco nor occidental del pico, donde por aquella época llegaba el glaciar. Teniendo en cuenta que al superar la primera parte de la escalada el Púlpito del Diablo fue mantenido a mano izquierda mientras se rodeaba, es sensato establecer una posible ruta aproximada de ascenso:
Posible ruta de Ascenso al Pan de Azucar por Kraus y Lampl (Foto Kraus).
A nuestra vista se extendía la cordillera hasta el pico Ritacuba, los de Güicán, los Cóncavos, el Pan de Azúcar, etc., al norte. Al oriente se extendía la inmensidad de los Llanos, cubiertos de humo, y —al pie de la cordillera, entre neblinas— la laguna de La Plaza.
Al occidente, cresta tras cresta, se regimentaba la cordillera Oriental. Hacia el sur, las puntas del Campanilla. Depositamos en toda la cúspide del Púlpito del Diablo una cajita, fijada a una argolla de hierro que clavamos en el hielo, en donde dejamos anotada la fecha y la hora de nuestra ascensión, 10 de marzo de 1938. La temperatura ambiente era de un grado bajo cero; el cielo no tardó en toldarse y resolvimos el descenso, afanados por la niebla, muy desagradable en aquellas alturas; recojimos los morrales y a las cuatro y media salimos del hielo.
Entonces caímos en la cuenta de nuestro cansancio; nos echamos al borde de un arroyuelo, comimos algo y reposamos por una hora. A las siete y media de la noche, por el mismo camino de subida, regresamos a la tolda, acogidos clamorosamente por nuestro compañero Klaus, que nos había estado observando durante todo el ascenso.
Al día siguiente, a muy buena hora, plegamos tolda y dijimos adiós a la nieve, lamentando la despedida. Pronto llegaron el muchacho Luis y don Rafael, con las bestias. Cargamos y nos fuimos. Bajo nuestra larga mirada quedaban las blancas montañas silenciosas, entre el azul profundo de las sombras. Un gavilán solitario, cerniéndose en lo alto, lanzaba de vez en cuando su agudo chillido…
COMENTARIO FINAL
A proposito de este primer ascenso del actual Pico Pan de Azucar, el mismo Kraus en sus notas afirma que la cima fue realmente alcanzada por primera vez 4 años despues, durante su ascenso de 1942.
FUENTES
Kraus, E. “Excursion al Nevado del Cocuy”. Revista Pan No. 22, 1938Vega, Mauricio. Erwin Kraus, El Camino a la montaña. Diego Samper ediciones, 1996
Kraus Elsin, Lorena. “Paisajes de la Memoria”. Universidad de los Andes, 2005
Enciclopedia del Holocausto
AGRADECIMIENTOS
A Gabriel Cruz de Armenia, quien en 2010 me obsequio el ejemplar de la revista PAN en la que se encuentra la crónica que hizo posible este post.

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